Comentario
La geografía de lo que podría considerarse el Humanismo universitario nos revela la diversidad de centros y de influencias entre los distintos focos culturales europeos. En todo caso, el primer Humanismo es italiano. Pero en la Italia del siglo XV existen, al menos, dos: el florentino y el del resto de las ciudades y cortes italianas. Florencia no es sólo la cuna del Humanismo, lo es también del Renacimiento. Los florentinos de aquel siglo sabían ya entonces que los "studia humanitatis", la gramática, la poesía, la elocuencia, y también la pintura, la escultura, la arquitectura, desaparecidas desde la gloriosa época romana, estaban renaciendo en su ciudad gracias a Dante, a Petrarca, a Giotto, antes que en ninguna otra ciudad de Italia. Pero la figura dominante en esa renovación clásica, que desde el último cuarto del siglo XIV protagonizó Florencia, fue Coluccio Salutati. Gracias a él el movimiento humanista dejaría de ser exclusivamente erudito y literario. Para Salutati, que había sido nombrado canciller de la ciudad en 1375, los "studia humanitatis", esto es, el conocimiento de la historia, la ética y la retórica, podían utilizarse también con fines políticos, como un servicio civil permanente a la ciudad. Heredero intelectual de Petrarca, Salutati fue maestro de una generación de florentinos, formó una gran biblioteca de obras clásicas y fue el responsable de la introducción de los estudios griegos en Florencia. Bruni y Marsuppini, sus sucesores en la cancillería, serían como él, funcionarios públicos y hombres de letras al mismo tiempo.
Leonardo Bruni, Poggio Bracciolini, Donato Acciaiuoli, Alamanno Rinuccini y otros destacados humanistas florentinos del siglo XV, desarrollaron y resumieron en sus obras las principales ideas de lo que podríamos denominar humanismo cívico florentino: gusto por el cultivo del latín, pasión por el arte antiguo, amor por la libertad como independencia política frente a la tiranía; reivindicación de los poetas modernos (Dante, Petrarca, Boccaccio); adaptación de los métodos de la crítica de textos al uso de las fuentes históricas; búsqueda de la verdad en el quehacer historiográfico. Entre los "studia humanitatis" ("los estudios mejores y más excelentes", en palabras de Bruni) habría de prestarse una atención especial a la filosofía moral; parecía igualmente necesaria una combinación armoniosa de la vida activa con la vida del estudio; en ese sentido, serían dignos de alabanza y de gloria y fama, frente a los ideales medievales cristianos de desprecio del mundo, aquellos hombres de estudio que, sin abandonarlos, buscaran la perfección humana en el seno de la sociedad política, en los cargos públicos; y, por último, el humanista, como guía moral e intelectual en tanto que conocedor de los "studia humanitatis" y de los ideales éticos que éstos inspiraban, tenía la obligación de perseguir la felicidad de los hombres, de los ciudadanos, a través de ese trabajo político.
Sin embargo, la progresiva concentración de poder político en manos de la familia Médicis que desembocó en la supresión de las libertades republicanas de la ciudad, provocó una transformación del ambiente político y de los ideales que lo habían inspirado, esto es, de los ideales de Salutati, Bruni, Rinuccini y los demás humanistas. Como consecuencia de este cambio político, los humanistas florentinos comenzaron a poner mayor aprecio en la vida contemplativa frente a la activa, más como respuesta a la decadencia de las instituciones republicanas y de los valores cívicos, que por una modificación de sus ideas originales. El resurgir de la filosofía platónica de la mano de Marsilio Ficino que predicaba la huida de los problemas y la indiferencia hacia los cargos políticos consolidó aún más si cabe ese cambio de actitudes de los humanistas.
Si el Humanismo florentino es cívico, producto de ciudadanos particulares, surgido en un contexto político propicio, el que se desarrolló en los otros Estados y ciudades es cortesano, y aunque presenta manifestaciones autóctonas, algunas tendencias observadas en la literatura y en el pensamiento parecen importadas de la Toscana, su centro originario. De este modo, los círculos eruditos de Roma, o los humanistas que residieron allí, estuvieron ligados estrechamente al mecenazgo de los Pontífices que crearon las condiciones materiales para atraerlos. Además, la ciudad misma, como museo de la Antigüedad, poseía un atractivo cultural único para los humanistas empeñados en resucitarla. Baste apuntar que la mayoría de los eruditos de los siglos XV y XVI acudieron a la corte papal para servir, a veces durante largos años, a los Papas como reputados latinistas y helenistas o como utilísimos consejeros administrativos o diplomáticos. Tales son los casos de Bruni, que permaneció diez años en Roma, o de Poggio, que perteneció a la Curia casi de forma ininterrumpida entre 1403 y 1453.
Como el romano, la formación del Humanismo napolitano es cortesano. El protector de los humanistas fue, en este caso, Alfonso V de Aragón, llamado el Magnánimo, modelo de príncipe ilustrado, que reinó entre 1442 y 1458. Su mecenazgo hizo posible que Nápoles, una ciudad sin brillo de letras ni saber, pasara a ser una de las cortes más estimadas de Italia por eruditos, historiadores y filósofos, entre los que destacó Lorenzo Valla. Romano de nacimiento y de maestros florentinos, Valla produjo la mayor parte de su obra bajo la protección de Alfonso V. Además de su obra filológica, ya resaltada anteriormente, Valla rompió filosóficamente con la escolástica. Reivindicando el carácter laico del Humanismo se enfrentó con la Iglesia rechazando en su "De Monarchia" el poder temporal de los Papas, como ya lo hiciera en su momento Marsilio de Padua, al mismo tiempo que se adelantaba a Erasmo al criticar la vida inmoral de los clérigos en su "De professione religiosorum". No obstante, ocupó un cargo en la cancillería pontificia pocos años antes de morir, síntoma notable de su respetada erudición y saber.